¡Y vaya que sí! Botón de muestra: la dichosa Pandemia que nos aqueja, así con mayúscula, porque la Doña se las trae. Y me siento un “chin” extraño sin desahogarme al cielo y botar sapos y culebras por esta boca mía. Y ahora sí, ahora que vivo mi confinamiento cual monje medieval en su celda, con barbas de náufrago -me insinuó un Hermano-, me despacho a gusto. La condenada llega sin avisar -maldita sea su estampa- y nos agarra asando batata, es decir, en otra cosa, mariposa, y mirando las musarañas, y de esta guisa les pilla muy especialmente a los gobiernos de pacotilla de aquí, allá y acullá, y más aún, les pone y nos pone a todos y todo patas arriba, con las vergüenzas al aire. ¡Frena, frena! Ok.
También es verdad que los acontecimientos cruciales no los podemos agendar. Nadie escribe en su planeación: ¡El día tal de tal mes y de tal año llegará la “dama del alba” -léase la “Muerte”- y me llevará consigo a la otra orilla de la laguna Estigia! ¡El día tal de tal mes y de tal año me enamoraré perdidamente del amor de mi vida, y seremos felices y comeremos perdices! Imposible, aunque nosotros insistimos dándole que te pego a tener todo atado y bien atado. Reconozco, cómo no, que sí, que hay que vivir vigilantes, atentos al futuro, a las prioridades, a lo que es importante, nuclear, esencial y de primera necesidad. Al igual que las jóvenes prudentes que mantuvieron sus lámparas con aceite suficiente para enfrentar la noche y sus terrores …
Jonh Donne es un poeta inglés del siglo XVI. Transcribo su poema “Las campanas doblan por ti”. Esta poesía inspiró la novela de Ernest Hemingway, “¿Por quién doblan las campanas?” (1940). Lean los versos con interés, reverencia y cuidado. ¡Hala, a rumiarlas en su corazón!
“¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana
cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana
cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente,
una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra,
toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio,
o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla;
la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes
por quién doblan las campanas.
¡Doblan por ti!
Las campanas tienen su lenguaje: Sus diversos repiques nos avisan de boda o funeral, incendio o tormenta, ángelus o procesión. En la actual Pandemia las campanas han doblado en todo el mundo. ¡Han tocado a “muerto”!
¡Tantos han sido, son y serán! No lo olvidemos, asimismo doblan por ti, por mí, por todos. Porque yo no soy yo si no soy con los otros. Ni tú eres tú si no eres con los otros. ¡Somos porque somos juntos, mancomunados, continente! ¡Jamás islas! ¡Siempre solidarios y fraternales! Sí, mi Hermana, mi Hermano.
¡Un planeta Tierra y una Humanidad! No obstante, las distintas naciones y estados no hemos actuado unidos, incapaces de configurar un liderazgo único mundial. Era la respuesta inteligente al SARS-CoV-2, que como espada de Damocles pendía y pende sobre el género humano. El “chauvinismo” nos dañó el intento.
¡Tenemos que aprender -superada la prueba, la superaremos- que todos los países somos hermanados o no somos Humanidad!
Ignoro qué sucederá con el curso escolar 2019-2020 y con el siguiente. Sea lo que sea, una propuesta de mi parte en tres fases:
1.- Cuando se abran las Escuelas, Liceos y Colegios y nos volvamos a reencontrar toda la Comunidad Educativa, ojalá completa, sin ausencias ni pérdidas, saquemos un tiempito para juntarnos -por grupos: padres, alumnos, educadores docentes y no docentes- y compartir lo vivido en los meses de confinamiento: las alegrías y las tristezas, las relaciones significativas, las experiencias relevantes. Y, sencillamente, que nos escuchemos con respeto y empatía.
2.- En una segunda reunión nos preguntaríamos: ¿Qué hemos aprendido durante la cuarentena? ¿Y cómo “ser y actuar” a partir de ahora para “que la Escuela vaya bien”?
3.- Y para culminar el proceso, a modo de síntesis, organicemos una sencilla celebración de acción gracias a Dios y un compartir festivo de toda la Comunidad Educativa.
¿Qué les parece?
Lo dijo el Papa Francisco, y tiene toda la razón: “Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”. Hoy y siempre.
Pedro María Orbezua, fsc.